Warning


Atención! Achtung! Attenzione! Warning! Este blog es apto para todo público aunque contiene insultos e improperios varios y en cantidad alarmante. Cabe señalar la existencia de errores ortográficos graves y vergonzosos, y un cierto dejo de maldad en la mayoría de los posts, por todo lo cual no me excuso... Atención! Achtung! Attenzione! Warning!

Sunday, March 8, 2015

El norte argento y la ruta 40

El viaje empieza psicológicamente cuando uno ya no se siente a salvo. Dejar Córdoba ciudad, después de un mes y medio en los pagos, colmados de agasajos, amistades, algarabía, banquetes, reencuentros, guitarreadas y muchos etcéteras se sintió nostálgico y triste, pero por oro lado, la expectativa de cruzar el continente mochileando, saliendo hacia la incertidumbre combinó una serie de sentimientos contrapuestos como alegría, tristeza, nostalgia, éxtasis, flatulencias, ansiedad, temor y un poco de comezón inguinal, 
Elegimos pues, seguir la ruta 40 (poco conocida y extrañamente, pobremente explotada) tomando como punto de partida Tafí del Valle. Por alguna extraña razón el peso de la mochila y el tamaño de mi panza parecían inhumanamente (y estéticamente) sobre dimensionados. Creo firmemente además que viajar como mochilero incentiva mi ya prematura alopecia (comentario al margen).

Tafí es un pueblucho tremendamente turístico con unas pocas atracciones, pero la ruta desde Tucumán vale el sufrimiento del peregrino. Es de remarcar que el único hostel existente (hay albergues y hoteles también) incluye en su tarifa desayuno, europeas y cena comunitaria de excelente calidad.





Ya exhaustas las posibilidades de aprendizaje en Tafí del Valle, pusimos rumbo hacia Cafayate, no sin antes visitar las ruinas de los Quilmes. La aventura conviene llevarla a cabo partiendo con un guía nativo, descendiente Diaguita, desde el pueblo de Amaicha. Desde allí se gana la ruta hacia las ruinas en un Jeep destartalado en donde el guía va contando la historia que NADIE enseña sobre las culturas que habitaban los valles Calchaquíes, la llegada de los Incas y la guerra de 130 años que los Quilmes libraron defendiéndose de la invasión española. Nunca falta el pelotudón que quiere hacer una gracia y pregunta si al llegar a la cima del Pucará le dan una cerveza Quilmes bien fria, ni el boludo (ese estereotipo de humano deficiente se repite a lo largo y ancho de todo el viaje) que atentando en contra de todas las indicaciones previas de los guías, los carteles, las reglas y el puto sentido común, come y deja basura en los restos, camina sobre los muros de las ruinas, toca los monumentos y se comporta como un imbécil malogrando el poco patrimonio arqueológico que tenemos. Me reconozco un ser intolerante, pero sigo sin entender como a los guardaruinas o guardaparques no se les permite atacar a estos particulares visitantes con un teaser (pistola que descarga un choque electrico sobre la victima) o un simple látigo de tres o cuatro puntas, dependiendo de la preferencia. Pero bueno, dejemos este tema a los expertos.






Luego de la impresionante visita al Pucará (fortificación en lo alto de una montaña), el destino siguiente fue Cachi. A mi gusto, el pueblo no vale mucho la pena, pero el recorrido, unas 4 horas en bondi hasta Abgastaco + unas 2 horas en 4x4 hasta el destino final, premian al paciente viajero con las más hermosas quebradas y paisajes desérticos que un chuncano como yo haya jamás visto en su país. El día de viaje se ve coronado con una noche en el albergue municipal a 40 pesos en una habitación compartida de 12 camas de olor dudoso, pero con especímenes muy amistosos; y claro, una buena porción de charqui (carne seca al sol), locro o mondongo en una peña en donde todos, absolutamente todos (incluyendo a europeos y argentinos pata dura) bailan chacarera. Que más puede uno pedirle a la vida?








El paso siguiente fue llegar a la ciudad de Salta transitando la Cuesta del Obispo, una ruta pavimentada por partes en un bus con asientos de makiwara (tabla muy dura sobre la cual los karatecas golpean para fortalecer sus nudillos). Acá no hay mucho para decir, más que los choferes a veces frenan en medio de la ruta cuando se encuentran con otro bondi de la misma empresa a charlar; y cuando llegan al mirador de la cuesta nombrada ut supra, frenan por 10 minutos para permitirle a la gente sacar unas fotos y explican un poco que es lo que estamos viendo.





Salta la linda, es verdaderamente, la linda. Una ciudad hermosa, cuidada, limpia y llena de gente. El museo de alta montaña es una perlita, con historia local y algunas momias encontradas a una altura de casi 6000 metros espectacularmente conservadas (en donde se pueden ver casi inalterados los rasgos incas) y en donde hay una momia en una habitación oscura en donde se enciende la luz de golpe cuando uno entra y te cagás entero porque tiene la boca abierta y parece que te fuera a comer... O a dar un beso...
Hay un mirador en donde en su base se cuenta la historia de Guemes, y para subirlo hace falta padecer 14 estaciones de via crucis por escaleras bastante empinadas. Hay mucha gente corriendo o caminando y bastantes más quejándose durante toda la travesía. El botín de guerra es una espectacular vista de la ciudad y sus montañas circundantes.




Fin de enero y el carnaval tilcareño nos llamaba, así que cabalgamos un autobus directo a Tilcara y luego de visitar el Pukará (en donde dos arqueólogos hijos de puta construyeron una pirámide trunca para poner sus nombres en una placa de bronce [NB: en ningún puto lugar ni cultura sudamericana existieron nunca pirámides truncas y hoy, lo primero que se ve cuando uno llega a Tilcara es esa mierda] y se afanaron todo lo que pudieron) nos dedicamos a vagabundear siguiendo las comparsas que con algarabía e instrumentos de viento recorrían el pueblo cuales flautistas de Hamelín, recolectando, en vez de ratas, turistas y conduciéndolos hacia las fauces de una plaza principal atiborrada de borrachos bebiendo guain touro (asi se lo ofrecían a Sophia) directamente de la caja. La fiesta terminó violentamente a eso de las 3am con la irrupción de un grupo de policías que saltaron de improviso de una chata y, macana en mano, procedieron a apresar a un sujeto de musculosa blanca y unos 150kg que intentaba huir pero por lo ancho de su ser no fue capaz de escabullirse entre la gente y resultó interceptado por un valiente oficial que lo esperaba en el punto hacia donde el malhechor se dirigía con su palo acomodado como para batear un home run. Si, como adivinarán, el oficial conectó su bate en el estomago del prófugo y otros dos que venían por detrás terminaron de reducirlo aplicandole sendos palazos en sus pantorrillas. Después de meterlo en el patrullero, nos rajaron a todos a la mierda. El día después viose engrandecido con la visita a Purmamarca y la escalada a dos de sus cerros circundantes. Hasta ese entonces solo había metido a mi organismo empanadas y humita.






El último lugar que visitamos en Argentina fue el poblado aborigen de Iruya, que se encuentra en la provincia de Salta. Ese si que es un lugar especial. El territorio está gobernado por comunidades autóctonas Collas que a veces permiten el ingreso de turistas a sus tierras. Hay varios cerros escalables en donde se pueden ver majestuosos cóndores y ríos que conducen a aldeas perdidas y sin energía eléctrica. Hay en esos lugares tanta paz y la gente vive de un modo tan diferente al que estoy habituado que uno se olvida que ese sea también suelo argentino. Lo único que lo recuerda es que hay que pagar con pesos...







En fin; estoy todavía sorprendido de la belleza y de los tesoros que guarda la Argentina y de lo poco que se conozcan algunos lugares. Me gustó mucho ver a tantos no nativos habitando el norte, incluso en algunos pueblos perdidos. Es muy lindo que las ciudades más grandes de la Argentina se descompriman y que haya gente que elija la vida tranquila y en contacto con la naturaleza como prioridades. 
Una anécdota: una amiga canadiense que hicimos en el camino fue atacada una noche en su cama de un hostel (en teoría a todo culo) por chinches o pulgas. Tenía toda la cara y el gran parte del cuerpo lleno de ronchas. Cuando fue a quejarse, le dijeron que las chinches las traían los mochileros que vienen de Bolivia. Para refutar eso, y sobre todo pujar por la hermandad de los pueblos latinoamericanos y para con el estereotipo erróneo que se tiene de Bolivia y de su gente, voy a declarar que incluso los hostels más caros en donde estuvimos en Argentina son roñosos comparados con los que estuvimos en Bolivia. Asi que las chinches son made in Argentina nomás... O a lo sumo, made in hippie cochino argento.

Ya escribí demasiado. Chau!

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Buscame si sos macho!